No somos madres aún. Ninguna de las integrantes de este equipo ha sido mamá todavía, por lo que no podemos hablar de crianza en primera persona. No hemos pasado por esa enorme responsabilidad. Sin embargo, sí tenemos mujeres a nuestro alrededor que son mamás, ya sea mamás con hijos grandes o mamás primerizas.
Para cualquiera que se detenga un minuto a pensarlo, criar niños es absolutamente un milagro y una locura al mismo tiempo. Las mujeres tenemos este superpoder que es traer niños al mundo nutriéndolos y alimentándolos dentro de nuestro propio cuerpo por 9 meses. Tomémonos unos segundos para pensar que creamos seres humanos de la nada. Como si eso fuera poco, debemos mantener a este mini humano calentito, bien alimentado y acurrucado. A medida que van creciendo, tenemos que cuidar y proteger, alimentar y guiar. Tenemos que vigilar que sobrevivan esa etapa autodestructiva de “no existe el peligro”, tenemos que enseñarles modales y hábitos, inculcarles valores, enseñarles de letras, números, y animales.
Es una larga lista, ya que la crianza es un concepto amplio y que, hoy en día especialmente, lleva una connotación algo estresante para los padres. Como si criar en sí no fuera suficiente, existe actualmente esta presión que no se nombra, pero que constantemente está ahí, de que hay que criar niños perfectos y estar uno como padre o madre también perfecto. Hay demasiada información dando vueltas, demasiados consejos no pedidos, demasiado juicio en torno a cómo se está criando un niño.
Criar niños requiere, como dice el dicho, una tribu. En la antigüedad los niños literalmente eran criados no sólo por los padres, sino que por los vecinos, tíos, primos, y gente de la comunidad -la antigua tribu- en conjunto. ¿Porqué no traemos eso de vuelta? Quitemos parte de la presión de criar a los padres, para compartir esa carga de manera más uniforme. Puede que uno no tenga hijos, pero, ¿porqué no prestarle una mano al amigo/a, hermano/a o conocido que si tiene y que podría necesitar esa ayuda extra?
Cuando vamos a visitar a una amiga que acaba de tener guagua, en vez de llevarle flores, puedes ofrecerle cuidar a su guagua por unas horas mientras ella duerme o se ducha, por ejemplo. (o puedes hacer las dos cosas, eso sería genial) Cuando tenemos el cumpleaños de un niño conocido, en vez de comprarle otro juguete (probablemente ya tiene demasiados y no necesita más), podemos ofrecerle a los papás ayuda para organizar el cumpleaños, o ayuda para quedarse después a limpiar. Si tenemos una pareja amiga que tiene guagua, podemos ofrecerles cuidarla una noche al mes mientras ellos salen a comer o al cine (probablemente necesitan tiempo a solas como pareja y te lo van a agradecer infinito). Podemos armar turnos entre papás para que cierto día a la semana, los niños pasen la tarde en una casa, y luego en la otra. Si tienes un sobrino o sobrina, pasa tiempo con él/ella. Juega, llévalo/a la plaza, ofrécete para darle el almuerzo. Si tienes una amiga que tiene que llevar a su guagua a que le pongan la vacuna y no quiere ir sola, ofrécete a acompañarla.
Sobre todo, tenemos que recordar, que esos papás y mamás -todos- lo están haciendo lo mejor que pueden, pero necesitan toda la ayuda que puedan tener.
Son estos pequeños detalles que van lenta pero profundamente quitando parte del peso a los papás y mamás, y van haciendo la crianza más amigable. Además de ayudar y aliviar parte del enorme trabajo de ser padre o madre, estos pequeños detalles van creando un cambio en el entorno. Vamos cambiando la mentalidad de que “los papás crían”, a una de “como comunidad criamos” y esto es fundamental. En nuestro país, en la sociedad, necesitamos ver y sentir este cambio. No se trata de quitarles la responsabilidad a los padres, se trata de compartirla y ofrecer una mano cuando se necesita. Se trata de asumir que la crianza es una tarea titánica que no puede ser llevada a cabo por dos personas -en el mejor de los casos-.
Como sucede en cualquier relación, este cambio de mentalidad debe ir hacia los dos lados. Es decir, la tribu debe ofrecer ayuda y demostrar que está disponible y feliz de compartir la crianza, pero también los padres deben dejar ir parte del miedo que naturalmente aparece. Esa incertidumbre que viene con soltar un poco el control. Por otro lado, hay que aprender a pedir ayuda. Quizás uno como papá o mamá siente cierta culpabilidad al pedir ayuda a otro, o cierta sensación de fracaso, y por eso se demoran a veces en admitir que sí, les podría servir una mano. Los padres y madres deben aprender a pedir ayuda. Tradicionalmente siempre han sido las mamás quienes se llevan casi todo el peso de la crianza, y eso conlleva que uno aguante todo como sea, que deje todo en segundo plano por el hijo/a. Lo cual en cierto modo está bien, pero en cierto punto tenemos que aprender a decir: “necesito ayuda.” Y ojalá ese punto no sea uno en que estoy al límite de mi energía, estoy exhausta y no doy más. ¿Porqué esperar tanto?
Necesitamos apoyarnos en el entorno, y necesitamos construir redes de apoyo que sean tangibles, que los papás y mamás realmente sientan que no están solos y que pueden tomar el teléfono y llamar a un amigo, primo, o hermano cuando necesiten ayuda. A veces es simplemente confiar en que el otro no nos va a juzgar y tener el espacio para admitir que estamos agotados o superados, y sólo esa honestidad puede aliviar a una mamá estresada. Por eso creemos que criar es además de una tarea de responsabilidad y respeto, es de confiar. Confiar en el otro que me ofrece ayuda desinteresada y confiar en que otro lo puede hacer igual de bien que yo. Confiar en que si uno como papá o mamá no está presente 24/7, el niño va a estar bien e incluso lo puede pasar increíble. Confiar, sin ninguna duda, en que estoy haciendo lo mejor que puedo con lo que tengo, y que como mamá o papá soy increíble. Necesito un poco de ayuda de vez en cuando, pero confío en que eso es saludable para mí y para mi hijo/a. Confianza en uno mismo y en la tribu
Puede que si voy a cuidar dos horas a la guagua de mi amigo parezca que no es nada, pero en el fondo es mucho. Es un cambio de actitud y un beneficio también para el niño/a. Con un cambio a una crianza en tribu estamos haciéndole un enorme favor a los papás, y a la comunidad. Un niño/a cuyos papás están más relajados y tranquilos, cuya salud mental está siendo protegida, es un niño que probablemente perciba esto y se sienta mejor. Papás y mamás contentos y felices, se traduce indudablemente un beneficio para el niño.
Por eso hagamos tribu: ofrezcamos ayuda, atrevámonos a pedirla, recordemos que criar es muchísimo trabajo y esfuerzo, y que podemos hacer un enorme cambio.
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