Ya sean los folletos entregados por el pediatra, guías en internet de todo tipo, o pautas compartidas entre amigas, hay demasiada información al momento de iniciar la alimentación complementaria. Puede parecer una tarea difícil y complicada al comienzo, pero la verdad es que no lo es. La clave está en seguir tu intuición, respetar los tiempos de tu hijo/a, y por supuesto, informarte. Acá te contamos las claves de aquellas cosas que es mejor saltarse.
1. NO al estrés
Como ya mencionamos, el exceso de información puede ser estresante. No sólo el que uno busca si no que también los consejos -bien intencionados- de familiares y amigos en torno al tema. Puede parecer que hay mucho que aprender, pero en realidad la alimentación complementaria no es nada más que la transición de la lactancia materna a alimentos sólidos, por lo que es un proceso natural que los humanos venimos haciendo desde miles de años. En primer lugar, si el tema te estresa y genera ansiedad probablemente le transmitas eso a tu hijo/a, dificultando de esta manera este proceso. Debes recordar que es un gran paso ya que todo es nuevo (para tí y para el niño/a), pero cada uno tiene sus ritmos de adaptación y aprendizaje. En la medida en que el niño/a se vaya sintiendo listo, irá aceptando los distintos alimentos y acoplándose a su rutina de alimentación. Por esto, respira, sigue tu instinto -informadamente- y disfruta esta transición tú también.
2. Momento sagrado
Al igual que el momento de la lactancia es uno de conexión tranquila con tu hijo/a, la alimentación puede serlo también. ¿Te estás imaginando un niño botando la comida y tirándola a las paredes en una pataleta monumental y pensando "sí claro"? Es verdad, probablemente vas a pasar por momentos así muchas veces, pero también puedes tener otros. Estamos hablando de promover la alimentación como un momento importante en el día, en el cual puedes jugar y conversar con tu bebé de manera significativa. Crea un espacio donde el acto de comer sea relevante, y no pase a segundo plano. Ejemplo: ten un lugar establecido para comer en la casa que se use de rutina, intenta que sea un ambiente tranquilo y relajado, sin demasiadas distracciones (intenta evitar tener niños mayores corriendo alrededor, música en la radio, la televisión prendida, mirando el celular, etc). Además, intenta evitar dentro de lo posible esperar a que el niño/a esté muy hambriento para sentarlo a comer. Estará enojado y posiblemente, en modo pataleta.
3. No apresurar el proceso
Al ser un proceso de transición, no podemos esperar cosas de un día para otro. Al introducir nuevos alimentos -lee nuestra guía aquí-, debemos recordar que todo es nuevo: la visión de dicho alimento, el olor, la textura, y el sabor. Por lo tanto, si el niño/a hace una mueca o lo escupe la primera vez, no podemos decir "no le gustó". Simplemente lo está conociendo, adaptándose al alimento, viendo cómo se siente en la boca, como lo puede aplastar con la lengua etc. No nos apresuremos a etiquetar alimentos rápidamente como le gusta/no le gusta. Si en una ocasión no tuvo éxito dicho alimento, prueba otra vez, junto a otra comida, cocinado de diferente manera, o con otra consistencia, etc. Ante todo, calma.
4. No forzar nada
Hay ciertas cosas a las que inevitablemente hay que obligar a los niños: lavarse los dientes, ser examinados por el doctor, ponerse calcetines en invierno. Otras, sin embargo, caben dentro de la categoría "NO OBLIGAR". La comida es nuestro sustento, nuestra fuente de energía y vitalidad. Como tal, debiese ser algo placentero, como bailar o cantar. Debemos disfrutar de la comida, y como padres/educadores tenemos la responsabilidad de inculcar una relación saludable con ella, que a futuro promueva hábitos saludables y sobretodo, felicidad. Es por esto que no debemos obligar a los niños a comer. Cuando obligamos, la comida se convierte en algo que el niño/a ve como negativo, un castigo. Aún está aprendiendo que hay horarios para comer, y otros para jugar, por lo que no hay que castigar, ni amenazar. Sigue los ritmos del niño/a y estarás bien.
Ojo: obviamente hay cosas que no son normales y deben ser evaluadas por el pediatra. Como la falta de apetito constante asociada a una curva de peso bajo el esperado para la edad.
5. No caer en extremos
Está muy bien buscar información y seguir las recomendaciones, pero de ahí a caer en la locura de seguir estrictamente al pie de la letra absolutamente todo, hay una diferencia. Por algo son recomendaciones. No todo tiene que ser exactamente como lo dice la guía. Ejemplo: algunas guías dicen que los alimentos picados se pueden ofrecer desde los 18 meses de edad, pero si comienzas tempranamente a darle comidas con consistencias más semisólidas, puede que tu hijo/a esté listo para comer pedacitos de alimentos mucho antes de los 18 meses.
Por otro lado, tampoco hay que descuidarse y dejar de lado por completo las guías o recomendaciones. Hay cosas que son sumamente importantes y que si no te informas, pueden ser un problema. Ejemplo: ¿Sabías que a los niños menores de 1 año jamás se les debe dar miel? La Asociación Americana de Pediatría recomienda a los padres no dar miel de abeja ni sus derivados a los niños menores de un año, ya que este producto podría desencadenar una enfermedad que paraliza los músculos y que se conoce como botulismo en lactantes.
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