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Alimentación y habla...¿Cómo se relacionan?

Actualizado: 5 abr 2020

Podríamos pensar que lo que un niño come y lo que dice no tienen relación alguna, ¿verdad?. Sin embargo, no es poco común encontrarnos con niños/as de edad prescolar que continúan comiendo consistencias de bebé pasado el año, incluso los dos años, que luego experimentan retrasos de habla. ¿Es coincidencia? En este post te contamos sobre la relación entre la consistencia de las comidas y el desarrollo del habla en los niños.

relación habla y alimentación niños

En términos de alimentación infantil, en años recientes se ha comenzado a prestar atención no sólo a los alimentos que comen, sino también a la forma que la comida es presentada, principalmente en términos de consistencia y textura.

Estas características -incorporadas de forma adecuada a medida que el niño crece- tienen la capacidad de favorecer cambios en el niño, en la forma de su anatomía y en cómo funcionan las estructuras involucradas en la masticación y deglución. Éstas últimas, además, son las mismas estructuras que producen el habla, que nos permite comunicarnos con otros.

Pensemos en las ruedas de un auto. Son estructuras que sirven para sostener el peso del auto y distribuirlo uniformemente en el suelo, y por otro lado, permiten al auto su función principal, que es desplazarse. Si no le realizamos mantención adecuada a las ruedas, o no las inflamos, es bastante obvio que no podrán sostener bien el auto ni distribuir el peso por igual. Por lo tanto, ¿cómo será el desplazamiento de ese auto con ruedas inadecuadamente preparadas?. No podremos llegar al lugar que deseamos. Lo mismo sucede con las estructuras orofaciales que nos sirven tanto para masticar, como para producir los sonidos del habla.

¿Cómo se relacionan la consistencia de la comida con el habla?


El uso de consistencia sólida durante la masticación estimula el aumento de fuerza que ejercen los músculos orofaciales sobre los dientes. Esto no sólo cambiará la calidad de la masticación, sino que también el desarrollo de los huesos maxilares (los que forman nuestra mandíbula), arcos dentales y otras estructuras rígidas, minimizando la posibilidad de alteraciones en la oclusión (que es básicamente nuestra "mordida").

Cuando les damos a los niños comida en formato papilla, la actividad muscular por cada ciclo de masticación es relativamente baja, lo que implica una menor actividad muscular total que se requiere para formar el bolo alimenticio. Por ende, el consumo primario de comidas blandas tipo papilla como la base de la dieta infantil, resulta en una insuficiente carga para el tejido muscular. Además, no sólo los músculos y dientes trabajan menos si no que también otra estructura vital para el habla: la lengua.

De esta manera nos encontramos con que los tejidos blandos y la mandíbula, que son requeridos para ejecutar de forma eficiente la función masticatoria durante las comidas más sólidas, son básicamente las mismas estructuras que van a modificar los sonidos emitidos por la laringe, que se convierten en el habla. Por esta razón, los fallos en la biomecánica de este mecanismo pueden afectar la producción de fonemas específicos (como pronunciar la rr, por ejemplo). De esta forma, la estimulación inadecuada proveniente de usar principalmente comidas blandas puede llevar por un lado, a una hipofuncionalidad de la lengua (menos "entrenada"), lo cual puede a su vez alterar la correcta producción de sonidos, y por otro lado, a una baja tonicidad de los músculos de los labios, que a su vez altera la producción de fonemas "labiales" como la /p/, /b/, y /m/.

En un estudio publicado el año 2016, se concluyó que la consistencia de la comida tenía una asociación significativa con las variables ya mencionadas, en términos de los órganos fono articulatorios y la producción de sonidos.

Referencias

Vieira, Victor Costa Alves Medeiros, Araújo, Cláudia Marina Tavares de, & Jamelli, Sílvia Regina. (2016). Speech development and infant feeding: possible implications. Revista CEFAC, 18(6), 1359-1369.

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